Ellas son mis nuevas Melissa: compradas en Búzios, estrenadas en Río de Janeiro


Fue el primer día. Como si tuviera un radar, apenas llegué, salí a pasear por Búzios, el destino principal de mis vacaciones, y encontré la tienda Melissa. Allí estaba, con su olorcito a caramelos de tutti-frutti y sus propuestas, cien por ciento plásticas (de hecho, las Melissas son de Meltflex, un tipo de pvc reciclado, creado especialmente por la marca). Lo genial era que en un pueblo chico por el que todos los días pasamos los mismos, la vidriera cambiaba seguido así que después de varios días en los que vi toda la colección detrás del vidrio, finalmente llovió. Y tuve que entrar. No tenía otra opción (¿?).
Y al fondo de un estante, estaban ellos: los mocasines amarillitos. Fue amor a primera vista. Y ya los separé, más allá del resto, esos se venían a Buenos Aires conmigo. Son perfectos, tienen toda la textura clásica de los náuticos, pero en relieve.
En la tarde lluviosa que pasé en el maravilloso mundo Melissa, me dí el gusto de probarme TODO. Confieso que quería todos los modelos que ví:
Allá estaban las Sorvete, el modelo creado por Karl Lagerfeld (aclaro que son comodísimas), con un helado brillante en el talón y taco super alto. No pude no ponérmelas un segundo.
Otros tacazos creados por Vivienne Westwood, con la forma de los dedos y textura como velvet.
Y me compré unas botas cortas de lluvia, con tachas, que otro día les muestro porque estos son días espléndidos. Pero fue una visita muy fructífera al maravilloso mundo Melissa.